top of page
Buscar
Foto del escritorBoosting Erfolg

Gas natural en México: Diagnóstico y posibles soluciones contra el desabasto

En los últimos años, el desarrollo de ductos de gas en nuestro país se ha incrementado, impulsando los puntos de interconexión y transporte de este importante hidrocarburo, con obras como el gaseoducto de Los Ramones y, más recientemente, con el ducto marino del sur de Texas a Tuxpan. Esto ha permitido a diversos estados de México acceder al gas más barato del mundo: el estadounidense.

Estas obras reflejan no solo la importancia de apostar por la ampliación de la infraestructura gasífera en territorio nacional, sino, además, la dependencia que tenemos del gas natural que proviene de los Estados Unidos y, por lo tanto, la elevada exposición a sufrir afectaciones cada vez que se presente una disrupción en el suministro de aquel país, como el congelamiento de ductos gasíferos que observamos, a mediados de febrero, en el sur de aquella nación.

De enero a octubre de 2020, en nuestro país se consumieron alrededor de 8 mil 200 millones de pies cúbicos diarios de gas natural, de los cuales alrededor de 70% es de importación (proveniente, principalmente de Texas), de acuerdo con el Prontuario Estadístico de la Secretaría de Energía.

Entre octubre de 2015 y octubre de 2020, las importaciones de gas natural en nuestro país han aumentado 63%, mientras que la producción nacional ha disminuido 39%, y, del total de consumo de gas, más de la mitad se destina a la generación de cerca de 60% de toda la electricidad que se produce en el territorio nacional.

Además, el gas natural es considerado un combustible de transición, ya que es menos contaminante que el combustóleo, el carbón y el diésel. En ese sentido, se vuelve relevante priorizar la exploración y explotación de este recurso.

Considerando este panorama, es importante, por un lado, seguir ampliando la infraestructura –específicamente, el sistema de ductos– para abarcar otras zonas de nuestro país a las que les hace falta un mayor desarrollo energético, como el sureste, y por otro, mitigar los riesgos de la dependencia del gas natural proveniente de los Estados Unidos, impulsando, entre otras cosas, el uso de otras energías limpias, como la eólica, la solar o el hidrógeno ‘verde’. Pero, ¿cómo lograrlo? A continuación, presentamos algunos caminos que podrían ser de utilidad para este propósito. El impacto de no contar con abastecimiento constante de gas natural puede ser severo, elevando los costos de producción y alterando las cadenas de suministros.

El diagnóstico: un primer paso Lo primero en lo que se debe trabajar para atender los impactos de la dependencia de gas natural en nuestro país, así como posibles situaciones de crisis, es en un análisis o diagnóstico del contexto actual y las proyecciones energéticas a futuro.

Al respecto, no se debe perder de vista el hecho de que la población mundial continuará creciendo (en 10 años, la ONU prevé que haya 700 millones de habitantes más en el planeta), lo que provocará una mayor demanda de agua, de alimentos y de energía. A este tema, se suma el cambio climático, una problemática que cada vez adquiere mayor relevancia.

Tanto el crecimiento poblacional como la crisis ambiental han cambiado, en ciertos aspectos, las condiciones de producción y consumo de energía para todos los países, y lo seguirán haciendo en el futuro próximo, lo que llevará a las naciones a tomar medidas –no de manera aislada, sino en conjunto, dependiendo de sus zonas geográficas o acuerdos internacionales–, a fin de revertir y mitigar estos riesgos, y satisfacer la demanda de recursos que necesitan.

En materia de posibles escenarios futuros, otro tema a considerar es la proyección del crecimiento de los PIB nacional y regional, ya que, a partir de ello, se puede estudiar el tipo y la cantidad de energía que se va a requerir para los próximos años. Tratar de responder cuál y cómo será el consumo de energía de determinada región, en un plazo de 10 años, tomando en cuenta las obras y proyectos que se tengan preparados, será de gran utilidad.

Finalmente, un tema al que habrá que prestar especial atención, al momento de analizar la posición en la que nos encontramos, es el almacenamiento. En México, por ejemplo, fue emitida, en 2018, la Política Pública en Materia de Almacenamiento de Gas Natural, con el objetivo de que el Cenagas (Centro Nacional de Control de Gas Natural) contara con una reserva de 3 días de consumo nacional para 2022, y de 5 días de consumo nacional para 2026.

Si bien aún nos encontramos lejos de alcanzar estas metas, debemos continuar impulsándolas, pues se trata de un tema fundamental para garantizar nuestra seguridad energética, sobre todo considerando lo hecho por otros países, como Holanda y Alemania, en donde el inventario alcanza para 151 y 100 días, respectivamente. Será recomendable mitigar los riesgos de la dependencia del gas natural proveniente de los Estados Unidos, adoptando el uso de otras energías limpias.

Las rutas para mitigar los riesgos Los riesgos de no contar con un abastecimiento constante de gas natural son significativos y los impactos, por lo tanto, pueden ser severos. En México y en el mundo, si se interrumpe el abastecimiento de gas natural, se incrementan los costos de producción, se alteran las cadenas de suministros y podrían registrarse posibles incumplimientos de contratos. Las afectaciones llegarían, incluso, al tipo de cambio, debido a una mayor percepción negativa del riesgo-país. Pero la falta de gas natural no es una situación exclusiva de México; es un riesgo que afrontan muchos otros países, incluyendo, por ejemplo, los de la Unión Europea y Japón. En la Unión Europea, por ejemplo, dependen totalmente del gas que se produce en Rusia y en África.

Esta dependencia ha llevado a la región a realizar un análisis de los impactos y los mecanismos de mitigación ante una interrupción en el suministro de este combustible, derivada de posibles sucesos geopolíticos y ambientales, que incluya temas como infraestructura, fuentes de abastecimiento, condiciones medioambientales, aspectos jurídicos, precios, balanza de pagos, entre otros.

En el caso particular de México, garantizar la seguridad energética requiere de una estrategia que combine adecuadamente varias medidas, entre ellas:

  • Elevar la producción de gas natural del país. Trabajar en el desarrollo de campos convencionales y no convencionales.

  • Contratar coberturas de precios de gas natural. Tal como ya se hace, por ejemplo, con los precios del petróleo, esta sería una buena estrategia ante la caída o incremento de los precios de este combustible.

  • Realizar un análisis detallado sobre el uso del fracking. El tema de fracturación hidráulica, es decir, la técnica que permite extraer el llamado gas de esquisto, un tipo de hidrocarburo no convencional que se encuentra atrapado en capas de roca, a gran profundidad, se ha dejado pausado, por el momento, y podría representar una alternativa conveniente, si se realiza, como en los EE.UU., con la tecnología necesaria para mitigar riesgos.

  • Llevar a cabo la estrategia para el desarrollo de almacenamiento de gas natural y reforzar las interconexiones mediante ductos con los Estados Unidos. La ampliación y el fortalecimiento del Sistema de Transporte y Almacenamiento Nacional Integrado de Gas Natural (Sistrangas) ayudaría a impulsar aún más el desarrollo de ciudades que están creciendo mucho, como Mérida, Cancún y Tulum, y a generar productos de mayor valor en esa región.

  • Contratar tarifas en base interrumpible en diversas industrias1. Consisten en el costo de trasladar gas natural de una zona de inyección a una de extracción. Esta tarifa únicamente es por el cargo por uso, el cual se aplica sobre la energía efectivamente conducida en el periodo contratado.

  • Incrementar el uso de las energías renovables para reducir la dependencia de gas natural. México tiene una zona de irradiación fabulosa para producir energía solar, y condiciones de viento convenientes para el desarrollo de la energía eólica, por mencionar solo algunas.

  • Promover la participación de la iniciativa privada en las estrategias de solución. Al mismo tiempo que impulsar estrategias como las rondas petroleras o subastas eléctricas, será fundamental brindar certidumbre jurídica de largo plazo en toda la cadena de valor del sector energético.

  • Impulsar la creación de plantas de tratamiento de agua. Esto permitiría, por un lado, hacer más sostenible el futuro de ciudades que no tienen mucha agua (como la Ciudad de México) y de actividades como la agricultura –que demanda el mayor porcentaje de este recurso– y, por otro lado, para explotar de manera óptima la energía limpia que se obtiene del hidrógeno. No obstante, no hay que perder de vista que, si queremos que haya más agua en México, se debe incrementar el funcionamiento de las plantas de tratamiento y hacer más pozos, para lo cual se requiere energía, como el gas natural.

  • Impulsar incentivos fiscales Para impulsar las inversiones energéticas, por parte de la iniciativa privada, es necesario impulsar incentivos fiscales, como la depreciación acelerada, la devolución del IVA de manera más continua, así como revisar el modelo retributivo que se paga a las empresas gaseras, para volverlas más competitivas. Este último es un esquema que busca garantizar una adecuada rentabilidad de las inversiones, mediante parámetros basados en los costos de diferentes actividades, como son el transporte, el almacenamiento y la distribución de gas natural.

La implementación de estas acciones sin duda puede ayudar a mitigar los riesgos en materia de suministro de gas natural que nuestro país enfrenta y, además, trazar un camino hacia un futuro sostenible, en el que se puedan satisfacer las demandas actuales y garantizar la seguridad energética de los próximos años.

Opmerkingen


bottom of page