Si pudiéramos colocar, una junto a otra, todas las ciudades de nuestro mundo, nos daríamos cuenta de que solamente ocupan 3% de la superficie terrestre; sin embargo, en este espacio tan pequeño conviven alrededor de 4 mil millones de seres humanos (casi 50% de la población global), quienes enfrentan, a diario, un enorme reto común: transportarse de un sitio a otro.
En otros tiempos, era frecuente que las personas no dudaran de adquirir vehículos motorizados como una solución a su necesidad de movilidad; sin embargo, hoy, nuestras sociedades son más conscientes de que la sobrepoblación, el tráfico y el abuso de los combustibles fósiles están dando como resultado más contaminación, daños a la salud y un impacto negativo en nuestras urbes.
La Ciudad de México, por ejemplo, ha experimentado, en los últimos años, las repercusiones provocadas por la saturación de las vías de movilidad: en 2019, sus 21.6 millones de habitantes perdieron 647 millones de horas atorados en el congestionamiento vehicular (en América Latina y el Caribe, solo São Paulo tuvo más horas de tráfico, con 702 millones2). A causa de esto, la urbe mexicana ha presentado una gran cantidad de contaminación en el aire (ocupando la posición 36 global), la cual se estima que ocasiona hasta 15 mil fallecimientos por año.
Pero este no es un caso aislado. Esta problemática registrada en diversas urbes del mundo está dando origen a un paradigma de movilidad distinto y con un nuevo enfoque: generar un impacto positivo en nuestro medio ambiente.
Bajo esta perspectiva, ciudades como Montreal, Bogotá, Milán, Bruselas, París y muchas otras han decidido, en los últimos años, construir y ampliar la infraestructura vial a favor de alternativas no motorizadas de transporte, como es el caso de las bicicletas.
Sin embargo, el cambio no se está limitando a estas acciones. También los fabricantes de vehículos motorizados están tomando un rol activo en la transformación de la movilidad. ¿Cómo? Adaptando sus productos (principalmente las motocicletas y los automóviles) a las tendencias y deseos de los consumidores, quienes están fijando una nueva ruta para el sector. Los fabricantes de vehículos motorizados están adaptando sus productos a las tendencias y deseos de las personas, quienes están fijando una nueva ruta para el sector.
Motos: una migración energética con retos de producción Últimamente, América Latina y el Caribe ha experimentado un gran aumento en su flota de motocicletas, principalmente porque son fáciles de usar y representan una opción asequible para la movilidad privada. Un estudio reciente del Banco Interamericano de Desarrollo mostró que, en las 29 ciudades más importantes de la región, el uso de motos se incrementó 153% entre 2007 y 2014, alcanzando 7.2 millones de unidades en circulación1; y más recientemente, en el caso específico de México, las ventas de estas unidades registraron un crecimiento de 27% de 2017 a 2021, según datos de la Asociación Mexicana de Fabricantes e Importadores de Motocicletas (AMFIM).
A pesar de estas cifras y los pronósticos positivos que se tienen para este sector, los fabricantes buscan seguir impulsando esta buena racha tomando una postura proactiva, mejorando sus productos y posicionándolos para cumplir, hoy y a futuro, con las demandas medioambientales de sus consumidores y con las regulaciones energéticas globales.
Teniendo este objetivo en mente, una de sus prioridades ha sido migrar hacia la adopción de tecnologías de electromovilidad, las cuales les permitan lanzar al mercado motocicletas híbridas y eléctricas. Muy pocas marcas han logrado ofertar productos con estas características, por lo que aún queda mucho por hacer, sobre todo en el apartado de la autonomía, que sigue estando por debajo del rendimiento de los vehículos que operan con combustibles fósiles.
Por otra parte, los fabricantes de motocicletas se están enfrentando al reto de alcanzar una mayor integración de su cadena de valor, en un contexto que presenta, de forma constante, eventos disruptivos. Al respecto, el nearshoring se vislumbra como una buena opción para estas organizaciones, siempre y cuando conozcan cómo cumplir con los parámetros de calidad y de integración establecidos por las normativas de cada país y región. De esta manera, obtendrán múltiples beneficios para su negocio, como una producción de mayor calidad; una reducción de costos; y una mejor atención de los mercados de repuestos y refacciones. Una de las prioridades será migrar hacia la adopción de motocicletas híbridas y eléctricas.
Automóviles: el destino seguro es la electromovilidad rentable Del lado de las armadoras de autos, es posible que el crecimiento de la venta de motocicletas pueda afectar el desempeño comercial de algunos de sus productos, sin embargo el impacto sería bajo, ya que es muy clara la segmentación de los clientes cautivos de un automóvil. Si bien algunas marcas de autos han decidido abrir su mercado y apostar por el desarrollo y fabricación de motos, la gran mayoría de ellas no ha mostrado intenciones de incluir productos de dos ruedas dentro de sus portafolios.
¿Qué posición es mejor? Aunque ambas opciones tienen aspectos a favor y en contra, dado el contexto económico en el que nos encontramos, el movimiento más seguro para estas empresas será no precipitarse en incursionar en el mercado de motos. En su lugar, las tendencias globales de consumo ya les han marcado un camino a seguir: mejorar la rentabilidad de sus automóviles y trabajar en la evolución y en la adopción de nuevas tecnologías de electromovilidad, en beneficio de nuestro planeta y de nuestras sociedades.
En conclusión, hoy estamos observando un cambio de paradigma en la movilidad mundial: en nuestras ciudades, distintos medios de transporte comparten la misma infraestructura vial, y mientras se trabaja por garantizar una sana convivencia entre todos los usuarios, la sociedad está impulsando nuevos hábitos de traslado, apostando por aquellas alternativas amigables con el medio ambiente. Los fabricantes de vehículos motorizados ya no pueden ignorar esta realidad. Es el momento de acelerar hacia la transformación.
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